¿Alguna vez te has planteado qué puedes y que no puedes controlar de todo lo que te preocupa? ¿A la hora de analizar un problema, ¿sabes ver de qué te debes responsabilizar y qué debes hacer para intentar solucionarlo? ¿Has analizado el problema y has pensado hasta dónde llega tu responsabilidad y hasta dónde puedes hacer para solucionarlo?
A menudo pasan cosas, la vida cambia, no se cumplen nuestros planes, surgen imprevistos con los que no contábamos… Y tú te ves intentando respirar, con pánico, pensando en qué tienes que solucionarlo para que todo vuelva a su sitio. Quieres que todo siga bajo lo que tenías planeado, sientes rabia, quieres encontrar una solución y hacerlo rápido….
Pero… ¿te has planteado si está en tu mano? ¿Si te mereces toda esa presión? ¿toda esa carga?
A veces las cosas cambian y es normal que nos moleste. Da rabia haber estado planeando algo, habernos esforzado y no poder hacer nada cuando la vida decide cambiar nuestros planes. Pero, en estos casos debemos plantearnos qué está bajo nuestro control y qué no. Esto te liberará de una presión que no necesitas.
La verdadera solución ante esto es respetar la rabia, la tristeza, el miedo… la emoción que estemos experimentando. Respetarla y aprender a gestionarla. Además de comprender qué podemos hacer nosotros y qué no.
Si no puedes controlarlo, ¿para qué preocuparte en exceso?
Un ejemplo muy sencillo donde podemos ver esto es de camino al trabajo, algo que en Madrid pasa muy a menudo. Vas en transporte público o en coche y llegas muy tarde. Quieres avanzar, estás angustiado y no dejas de pensar qué puedes hacer para solucionarlo. Pero, ¿realmente puedes hacer algo? El atasco no va a desaparecer, aunque lo pienses mucho. No puedes saltarte los coches que tienes delante y no tienes otra vía de transporte a la que cambiar. ¿Está en tu control cambiar la situación y eliminar ese atasco para llegar a tiempo? No.
Y entonces, ¿qué puedes hacer para sentirte bien? ¿Has salido con tiempo de casa? ¿Puedes recuperar el tiempo perdido quedándote un poco después de tu hora? ¿Puedes avisar de que vas a llegar tarde? ¿Puedes coger otra ruta desviándote? Eso es lo que tú puedes hacer. Si, aun así, llegas tarde puedes buscar una solución que te reste preocupaciones. Pero, pasarte todo ese rato hablándote mal, sintiendo culpa de algo que no la tienes o pensando que no has hecho suficiente, no te quitará peso ni te hará sentirte mejor.
Esto puede trasladarse a cualquier otro problema: ¿Has tenido un fracaso laboral? ¿Tomaste una decisión y no ha salido como querías? ¿Alguien ha cambiado un plan? ¿Una persona a la que querías ha dejado de hablarte? Plantéate qué puedes hacer tú, qué está bajo tu control y qué depende de los demás. Si depende de los demás, no es culpa tuya. Si puedes encontrar una solución que reduzca el impacto, ya te estás ocupando. Lo importante es quedarnos a gusto con nuestra forma de actuar, saber que hemos hecho todo lo que podíamos. Más allá de eso, no tenemos responsabilidad.
Si tienes problema para gestionar los imprevistos que no están bajo control, si sientes mucha culpa, si no sabes cómo reaccionar ante ciertas situaciones… Busca ayuda en Scala Psicología, es mucho más fácil gestionar estas cosas cuándo sabes cómo.