Últimamente escuchamos hablar del apego por todas partes, quizá sea uno de los temas más hablados en psicología últimamente. Esto ocurre especialmente cuando tratamos las relaciones que tenemos y el tipo de miedos que más nos caracterizan. Leemos mucho sobre todos los tipos que existen y nos preguntamos cuál será el nuestro, en qué puede afectarnos esto.

La verdad es que es un tema apasionante del que podríamos estar hablando horas y horas. Y, además, conocer el nuestro puede ayudar a entendernos, conocernos y trabajarnos.

Pero, cuando hablamos de apego, ¿entendemos realmente qué es?

¿Qué es el apego emocional?

A menudo pensamos que el apego es algo malo. De hecho, muchas personas piensan que es un tipo de dependencia o que, si tenemos un apego, tenemos sufrimiento en una relación. Esto no es del todo así. Y es que, todos tenemos apego.

Tener apego es algo bueno, quiere decir que nos importan las personas de nuestro alrededor, que nos relacionamos con ellos.

Somos seres sociales. Por eso, el apego es una necesidad y un rasgo básico en nuestra forma de desarrollarnos como seres humanos.

Es decir, el apego es nuestra forma de percibir los vínculos que tenemos con otras personas y cómo nos relacionamos con estas. Es la manera de gestionar nuestras emociones y quiénes somos en una etapa más adulta, aunque este tiene su origen en la infancia.

El apego comienza a surgir desde incluso antes de nacer. Cada estímulo que recibimos de nuestras figuras de referencia ayudan a formar este apego. Aunque, también pueden ocurrir hechos en etapas del desarrollo más avanzadas en las que cambie nuestro tipo de apego.

Y ¿en qué se basa este apego? ¿De qué depende entonces que tengamos un tipo de apego u otro? Como hemos dicho, depende en gran medida de tus figuras de apego. Estas figuras suelen ser nuestros padres. Y, según cómo nos relacionemos con ellos desde que nacemos se desarrollará un tipo u otro. Pero, en ningún caso tienes que sentir culpa o responsabilidad sobre el tipo de apego que tienes.

Tipos de apego emocional

Seguro

Este tipo de apego es el más sano y funcional para nuestras relaciones. Aparece cuando nuestra infancia ha sido un lugar seguro en el que se han cubierto todas nuestras necesidades emocionales de forma estable. Una infancia donde hemos sentido que podíamos desarrollar nuestra autoestima. Esto se ve trasladado a nuestra adultez estableciendo relaciones sanas, de confianza en la otra persona y en nosotros mismos, autonomía y gestión emocional.

Ambivalente o ansioso

Este tipo de apego emocional se genera cuando nuestras necesidades emocionales han estado cubiertas de forma intermitente. Sin poder conocer si nuestras figuras de apego iban a estar ahí o no, si íbamos a tener un refugio. Sentimos angustia, miedo, pánico en la separación. En nuestra etapa adulta seguimos con el miedo al abandono, nos cuesta confiar en nuestras capacidades y podemos tener relaciones de dependencia emocional más fácilmente.

Evitativo

Nuestras figuras de referencia han sido frías, sin hablar de las emociones, sin validarlas o escucharlas. No conseguimos conectar con ellas, aunque no tenemos la incertidumbre como en el apego ansioso. En nuestra etapa adulta sentimos rechazo al compromiso, nos sentimos incómodos en nuestras relaciones, somos incapaces de pedir ayuda y de mostrar nuestros sentimientos o incluso permitírnoslos a nosotros mismos.

Cómo nos afecta en nuestra vida el apego emocional

Siendo una característica tan importante de nuestro desarrollo, es normal que tenga un impacto importante en nuestra forma de ver el mundo, de vernos a nosotros mismos y, especialmente de relacionarnos con nuestro entorno.

El sentir que no te mereces las cosas buenas que te pasan o el amor de las personas.

Sentir que no eres capaz de permanecer en ningún tipo de relación sin querer salir corriendo, aunque luego te arrepientas.

Sentir que no eres capaz de hacer ciertas cosas, no creer en ti y tener una baja autoestima.

Sentirse muy ansioso según la atención que te proporcione alguien que quieres.

No ser capaz de sentirte bien en una relación, ya sea de amistad o de pareja. 

O, incluso, sentir que tu felicidad está en otra persona en vez de en uno mismo.

Todas estas situaciones pueden derivar del tipo de apego que tengas. Pueden impactar en tu bienestar emocional y mental. Pero, no debes juzgarte. Al revés, el apego que nos genera malestar se trata con autocompasión. Entendiendo su origen, liberando la carga y trabajándolo con profesionales que nos ayuden con herramientas.